La vergüenza de los empresarios

Un mes más, Gerardo Díaz Ferrán sigue al frente de la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), pese a las cada vez mayores voces internas que claman por su dimisión y mientras los empresarios dignos se avergüenzan que esté en el cargo de la ya mal llamada y peor mirada –gracias a él– patronal. La gran mayoría de ellos no se sienten representados por la CEOE y nadie alaba ya sus cualidades como gestor de empresas. Que siga aferrado al sillón, protegido por su guardia pretoriana, da una pésima imagen del sufrido y trabajador empresariado español.

Díaz intenta hacer creer que Air Comet ha sido una víctima de la crisis y de los bancos, que el éxito de las empresas es una lotería, que ni él confía en sus propias sociedades (hoy, ni eso, ya que han menguado considerablemente), que el apóstol Santiago es una solución para los empresarios y los empleados, que Argentina es el origen de sus males, que le han engañado posibles compradores, hoy alguno en la cárcel, etc., etc., etc. Todo excusas, sin reconocer en ningún momento que él y su socio se han equivocado, han fallado y han engañado y manipulado.

Lo único que han sabido manejar a satisfacción ha sido sus tomas de control de Marsans y Aerolíneas Argentinas, acto este del que se puede quejar el pueblo español, que ha visto como despilfarraban su dinero gracias a nuestros simpáticos políticos en su beneficio; y su relación con SAS en Spanair, angustiosa y dramática para los escandinavos, cansados de sus actividades y de abusos de confianza. Y entre tanto, su fama de malos pagadores es endémica, no de los tiempos de crisis actual, aunque sin duda antes era mejor, ya que ahora apenas pagan a alguien.

Tendrá que explicar el Gobierno de Rodríguez Zapatero el porqué de ese apoyo fáctico y real a Díaz y Pascual –que no han otorgado al sufrido empresariado español– pidiendo al banco alemán propietario de los aviones de Air Comet que retrasara su demanda; o a IATA que suavizara su política de garantías con ellos (afortunadamente, la Asociación Internacional del Transporte Aéreo no hizo caso al ministro Miguel Sebastián y los juzgados le han dado la razón); o ahorrándoles el pasivo de seguros Mercurio; o retrasando pagos fiscales y de la Seguridad Social, mientras se demoraba el reconocimiento del concurso forzoso de acreedores instado por proveedores muy airados.

Sin embargo, ese paraguas etéreo les sigue funcionando: se ahorraron meses de nóminas en Air Comet y en Marsans, sin que nadie les haya, figuradamente, lapidado; sus empleados se les van sin necesidad de expedientes de regulación de empleo y los acreedores –otros empresarios–  saben que no van a cobrar, con lo cual poco presionan; y nadie les exige que indemnice a los miles y miles de pasajeros que se han quedado tirados. Y la prensa sigue callando. ¿Por qué no ha quebrado Marsans todavía? ¿Por qué Díaz no dimite? ¿Qué y quién les debe tantas prebendas?


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