No fue de los vuelos de la compañía aérea española en los que me sentí tratado conforme a mi categoría de cliente, pero hay que asumir que es la excepción que confirma la regla y estuvo compensado por un excelente “catering” e Internet de buena velocidad. En resumen, fue un vuelo agradable. En el aeropuerto internacional de Ezeiza nos estacionaron, como siempre me ocurre, en el punto más alejado de inmigración, que afortunadamente estaba casi vacía, llevaba sólo equipaje de mano y me estaban esperando para ir directamente a cenar.
Al día siguiente salía a las 07:30 en la primera clase del “ferry” de Buquebus, a Montevideo, que es una opción cómoda, ya que es relativamente rápido, muy confortable, con Internet y zarpa y atraca en los centros de ambas ciudades. Entre trabajo y comunicaciones sociales, las dos horas y media del trayecto, más 15 minutos de retraso, se me pasaron volando. Al final de la tarde de ese mismo día me desplazaba a la capital chilena un A320 de Latam Airlines, la cual sorprendentemente no da acceso a la sala VIP del aeropuerto uruguayo, a la que entré gracias a otros atributos.
El acceso exprés al control de seguridad es sensacional y permite adelantarse a toda la cola de pasajeros; e inmigración estaba vacío. El vuelo fue mediocre, pero con un buen sobrecargo y la llegada al aeropuerto “Arturo Merino Benítez” expedita y pude llegar a una tardía cena con sólo diez minutos de retraso. El retorno al aeropuerto chileno la jornada siguiente para desplazarme a Lima fue mucho más complicado, porque a algún inteligente del concesionario se le ocurrió hacer obras en hora punta, acortando el acceso de tres carriles de vehículos a sólo uno. El que no tuviera que facturar equipaje permitió que llegara a la puerta de embarque 5 min. antes de que se iniciara.
O tenía mucha hambre o la lasaña que me sirvieron a bordo era excepcional y, como en el salto anterior, mi categoría de viajero frecuente de Latam me dio acceso gratuito a Internet. Llegaba (y salía dos días más tarde) por primera vez a la nueva -polémica y muy retrasada en su inauguración- terminal del aeropuerto “Jorge Chávez” de la capital peruana, estrenada poco más de un mes y medio antes. Mi primer contacto fue con una pasarela telescópica de acceso a las aeronaves, que parecía de segunda mano por lo desgastada que estaba, cuando en realidad era nueva. La señalización para ir hacia el control de pasaportes estaba bien.
La sorpresa en los modernos mostradores de inmigración es que escanean los cinco dedos, algo que no había visto en ningún otro lugar, además de hacer una foto, que es habitual en aquella región. De ahí se pasa a una amplia zona comercial y después a la zona de recogida de equipajes, mucho más grande y avanzada, obviamente, que la vieja terminal, que ha quedado sin prestar algún tipo de servicios y de la que está separada por las pistas. Ya en el exterior, los estacionamientos de vehículos están a años luz con respecto a los de antes y los viales para salir fuera del recinto aeroportuario son muy prácticos. Sólo tardé unos 5 min. más en llegar al hotel que si lo hubiera hecho desde el anterior edificio.
Me habían asustado tanto sobre los accesos, congestión en los controles de seguridad y pasaportes, que salí del hotel 3 h. antes de la partida de mi vuelo a Madrid de Iberia. Tarde 40 min. a la terminal, no tuve que facturar equipaje, pasé el control de seguridad sin problemas (tienen los modernos escáneres que no requieren sacar ordenadores portátiles ni líquidos del equipaje de mano), al igual que el de pasaportes. De ahí se accede a un gran vestíbulo de espacios comerciales, que está muy bien montado. Luego ascendí hacia la única sala VIP que de momento existe, hasta que inauguren la de Latam, que seguro que será mucho mejor.
La sala es grande, pero está saturada de clientes. Es como una enorme cafetería llena de clientes. No es ni buena, ni mala, y el “catering” es más o menos similar al de la antigua terminal. Eso si, los aseos se han quedado cortos para la cantidad de pasajeros que hay y en el de hombres había cola. Opté por utilizar otros fuera de esa sala. La zona de embarques es más cómoda que las de la vieja terminal, si bien se han gastado poco en decoración y estética y parece que llevara un par de años abierta. El vuelo de Iberia fue agradable, pero sin Internet por avería. El “catering” que sube el proveedor de Lima ha mejorado y aterrizamos en Madrid antes de la hora.
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