Volé a Mahón ida y vuelta en el día, en pleno mes de agosto, ida y vuelta un sábado, comprando el billete a Iberia sorprendentemente barato y operado por Iberia Express. Para compensar el precio, el embarque en Menorca fue de lo más caótico y parecía más un Ryanair.
Un juez sentenció que Iberia tenía que pesar el equipaje de mano de los pasajeros de A350 cuyos maleteros se reclinan y hay que subirlos para cerrarlos, porque una tripulante de cabina de pasajeros se hizo pupa con uno porque pesaba mucho, con lo cual ponen básculas en el embarque, lo cual no he visto en ninguna otra aerolínea.
Es igual que vaya en “Business” o que tenga la categoría de cliente que sea. Pero que me expliquen como en el “rack” correspondiente a mi asiento en un vuelo a Santiago de Chile estaba lleno de equipaje de tripulantes de cabina de pasajeros, incluyendo un maletón, que, por supuesto, obligué a que lo sacaran de ahí. Estaba tan enfadado que ni cené, ni desayuné en el avión.
Desde Santiago fui al día siguiente ida y vuelta a Montevideo con Latam en A320. Me sorprendo de la capacidad que tengo de programar un almuerzo al que tengo que llegar desde el aeropuerto y hacerlo justo a la hora que he quedado, ni un minuto más ni menos. Y eso pese a que el enlace entre las capitales chilena y uruguaya en el último momento lo cambiaron de puerta a otra que estaba en otro espigón bastante distante, Y a la cena que tenía de vuelta en Santiago aparecí quince minutos antes. Soy el “gurú” de las agendas. Al día siguiente me decepcionó mi vuelo a Lima.
Compré en “Business” de lo que creía que era un 787 de Latam con sus nuevas butacas-cama en configuración de cuatro asientos por fila, que me apetecía probar. La decepción fue que al emitir la tarjeta de embarque comprobé que estaba operado por la española Wamos Air, que tiene unos asientos parecidos a la primera generación de los actuales de Iberia, pero peores y una cabina que daba la sensación de vieja y superada. Toda la tripulación y los uniformes eran de la ibérica, que se esforzaban en hablar con la terminología chilena, pero sin su amabilidad, y con un sistema de entretenimiento francamente malo y desfasado. Les supervisaba una tripulante de cabina de pasajeros de Latam en turista. Fue una decepción.
La nueva terminal de Lima está totalmente rodada y funciona bien y ágil, pese a que no tiene la espectacularidad de otras construcciones similares en el mundo, pero mejora muchísimo con respecto a la vieja. Iberia emplea la sala Vip que tiene la concesión del aeropuerto, que está menos congestionada desde que Latam abrió la suya, que es muy grande. Pedí visitarla y me acompañó una amabilísima persona de recepción. Está dividida en dos, una de las cuales para sus mejores clientes y es la más grande. Está muy bien decorada y el “catering” deja a la otra a la altura del betún.
El vuelo a Madrid de Iberia fue sensacional en todos los aspectos, especialmente por la tripulación y llegué a un Barajas en el que nunca había visto tanta gente, hasta el punto que no había un solo carrito para las maletas vacío, algo que tenía que haber previsto Aena. Fui a Asturias, a la ida con Iberia Regional Air Nostrum, también con una magnífica tripulación, y regresé en un A321. Parece mentira que un domingo a las 9 de la mañana pueda ir a reventar, si bien es cierto que era 31 de agosto. El aeropuerto norteño cuenta con una pequeña sala Vip, que cuando hay 8 pasajeros dan ganas de salir corriendo, además de que no está nada bien dotada de alimentos y bebidas.
Regresando a Madrid de Mallorca había tormentas mediterráneas con unas grandes trombas de agua. Mi vuelo, y todos, de Air Europa tuvo 4 h. de retraso, parte del cual embarcados por mal tiempo en ruta. Al lado tenía una pareja que hablaban todo el rato en castellano con acento pronunciado de algún país extranjero (lo sorprendente es que no hablaran entre ellos en su idioma) y el tiempo que estuvimos a bordo conspiraban que era una estratagema para no pagar la indemnización por retraso. No me pude contener y les corregí. Viajé a Tenerife en Embraer E195-E2 en vuelos confortables, con “catering” gratuito, muy agradable y tripulantes de cabina de pasajeros amables y profesionales.
Facturar en un vuelo de Iberia de Miami a Madrid es estar en una terminal avejentada e incómoda, con un “fast track” de seguridad que está más congestionado que los controles normales y no aporta nada y unas distancias no aptas para pasajeros que no quieren o no pueden caminar. La sala Vip es la de American Airlines (en mi caso la parte “Flagship”, que está lejos de facturación y del embarque). En este caso por lo menos estaba relativamente vacía. Quise probar la de American Express, que tiene enormes cristaleras que proporcionan luz natural y está mucho mejor preparada, pero ir del control de seguridad hasta allí y de ahí al tren que traslada a la terminal donde embarca Iberia son 2,5 km. sin un solo pasillo móvil.
Javier TAIBO
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