En Barcelona han cambiado el “fast track” de control de seguridad de sitio y cuenta con los nuevos escáneres que no requieren…

Ilustración generada con IA.
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En Barcelona han cambiado el “fast track” de control de seguridad de sitio y cuenta con los nuevos escáneres aeroportuarios que no requieren sacar objetos del equipaje de mano para su inspección. Lo que podrían modificar es la manía de algunos de los agentes privados de creerse John Wayne. De la bandeja del pasajero que me precedía se salió un anorak después de pasar el túnel y la manga se enganchó en los rodillos de desplazamiento, lo que hizo que pararan el movimiento y que intentaran extraerlo, pero consideraban que si tiraban se rompería. Mis bandejas habían salido ya también del túnel y estaban en una zona que dificultaba recogerlo un metacrilato transparente, por lo menos para la gente de menos altura. 

Me acerqué a una agente que parece que se creía una mezcla entre Shakira y 007 y no me dejó ni hablar, ordenándome que me apartara. Reaccioné con paciencia, mientras otro de sus compañeros decía que había que llamar a un técnico y que podrían tardar 20 min. Intenté volver a pedir si podía sacar mis dos bandejas por encima del metacrilato y me volvió a espetar una orden ineficiente e inútil. Ahí ya empecé a enfrentarme diciéndole que me constaba que en el concurso para esos menesteres de Aena no puntuaba ser desagradable y maleducada. Ahí debió de pensar si era alguien que le podía perjudicar. 

Al final, otro agente consiguió desenganchar el anorak sin romperlo y, una vez que recogí mis enseres, me dirigí a la cretina y le pregunté si le podía mencionar una cosa, a lo que reaccionó suavemente y como a la defensiva. Contra lo que ella podía esperar, le indiqué que no tenía la tarjeta de seguridad aeroportuaria visible y que podía requerir la presencia de la Guardia Civil por ello, dándole la espalda e incrementando sus dudas. Me fui a desayunar a la excelente y muy bien dotada de “catering” sala VIP, esperando el vuelo a Palma. 

Por cierto, que el tráfico de vehículos en esa isla está mal, que ya he tenido un par de sustos de estar a punto de perder vuelos, con lo cual he tenido que sumar 15 min. al tiempo con el que siempre he calculado el desplazamiento al aeropuerto de Son Sant Joan. Para una vez que llego a la capital de España en vuelo doméstico (de Barcelona) en Boeing 787 de Air Europa y nos estacionan en la T2 para desembarcar por pasarela telescópica tan ricamente, esta se estropea y tenemos que esperar a que los ineficientes de Groundforce del aeropuerto de Madrid lleven escaleras y jardineras para ir por ese medio a esa terminal, proceso que tardó no menos de media hora. 

El tripulante de cabina de pasajeros que controlaba la puerta de la aeronave que se iba a abrir no se fijó que salí del otro pasillo de la clase ejecutiva para posicionarme allí y me espetó que tenía que apartarme para que salieran primero los de Business. Fui tan simpático que no se le volverá a ocurrir hacerlo. Fui a Coruña después de bastante tiempo, en un día en el que las alarmas meteorológicas no daban mucha tranquilidad en relación a que pudiera llegar y que por la tarde retornar. Pero al final el núcleo del mal tiempo se concentró en lluvias y vientos muy fuertes durante el lapso que estuve allí, hasta el punto de penetrar el agua en la ropa impermeable que llevaba. 

En el control de seguridad del aeropuerto de Alvedro otro John Wayne me pidió que sacara los mojados papeles que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón y pretendió que se los diera para ojearlos. Otro al que se la habrán quitado las ganas de volverlo a intentar tras negárselo y decirle que su rol no era ese, ni tenía ninguna competencia. Para variar me fui a la sala VIP a almorzar, también bastante bien dotada. Sigue siendo un privilegio el restaurante que hay en la VIP de Iberia de la terminal T4S, al que no todos los usuarios tienen acceso y que, cómodamente sentados y servidos en mesa por el mismo “catering” que suministra a bordo de la compañía española, Do&Co, permite cenar antes de embarcar y descansar a bordo… o hacerlo dos veces. Si de por sí es muy bueno, en repostería es excepcional. 

En un vuelo de Lima a Santiago de Latam, la sobrecargo tenía bastantes tatuajes de evocación vikinga en los brazos, lo cual con un uniforme de manga corta opino que no se debería permitir. En todo caso, era un monumento a la globalización, que está en retroceso: un español volando entre Perú y Chile atendido por una persona de origen noruego en un avión de una empresa con sede en Francia y ensamblado en Alemania y motores de Estados Unidos y el Reino Unido.

Se han debido de autorizar muchos más vuelos internacionales que los que había en el “Jorge Newbery” y su control de pasaportes ha pasado a estar cada vez más saturado, si bien los numerosos mostradores que habilitan hacen que lo que podría ser una exasperante espera, sea más fluida en términos relativos. Esa parte de la terminal suele estar con bastantes pasajeros, lo cual, unido a que no hay una sala VIP, hace que sea más confortable llegar en el último momento, pero teniendo cuidado debido a esa congestión.

Javier Taibo

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