La nueva regulación sustituirá la tradicional limitación por velocidad, que impedía a los aviones civiles superar Mach 1, por estándares de certificación basados en el ruido efectivo que perciben las comunidades. Así, el umbral para volar por encima del sonido no estará dado por la velocidad, sino por el impacto acústico real, permitiendo operar solo aquellos modelos que puedan demostrar, mediante pruebas objetivas, que su vuelo supersónico no perturba la tranquilidad de la población ni causa daños materiales.
Este cambio es posible gracias a los avances recientes en aerodinámica, tecnologías de materiales y reducción de ruido, que han permitido a fabricantes y especialistas desarrollar aeronaves capaces de minimizar —o incluso eliminar— el impacto del estruendo sónico a nivel del suelo. Un ejemplo de este progreso lo representa la empresa estadounidense Boom Supersonic, cuyo demostrador XB-1 logró romper la barrera del sonido en enero de 2025 sobre el desierto de Mojave sin que el ruido fuera perceptible en las localidades cercanas.
La FAA cuenta ahora con 180 días para derogar formalmente la antigua prohibición y deberá definir, en un plazo de 18 meses, los estándares precisos de ruido que deberán cumplir los futuros aviones supersónicos. El proceso de regulación prevé la incorporación de nuevos desarrollos tecnológicos a través de revisiones periódicas, garantizando así que la normativa evolucione al ritmo de la innovación y que solo las aeronaves más silenciosas accedan al mercado.
La dimensión estratégica de la decisión es innegable, pues busca reforzar la competitividad estadounidense frente al empuje de China, con su Comac C949, y Europa en el desarrollo de aeronaves comerciales de alta velocidad. Empresas como Boom Supersonic ya han asegurado acuerdos preliminares de compra con aerolíneas como American Airlines y United Airlines, posicionando a Estados Unidos como el principal escenario de pruebas, operación y exportación de estos nuevos aviones.
El impacto comercial también podría ser considerable: con velocidades de crucero de hasta Mach 1,3 y sin restricciones sobre rutas nacionales, los tiempos de vuelo entre ciudades costeras se reducirán drásticamente. Viajar de Los Ángeles a Washington, por ejemplo, podría llevar apenas 3 horas y 15 minutos, en lugar de las más de 4 horas y media actuales, y rutas como Miami-Seattle verían reducciones similares.
No obstante, el entusiasmo tecnológico viene acompañado de nuevos retos regulatorios y medioambientales. Si bien la reducción del ruido es obligatoria para acceder a este nuevo mercado, persisten dudas sobre el consumo energético y las emisiones de las aeronaves supersónicas respecto a los aviones convencionales. Frente a ello, fabricantes como Boom han anunciado el desarrollo de motores optimizados para el uso de combustibles de aviación sostenibles, un paso imprescindible para compatibilizar velocidad y sostenibilidad ambiental.
La aprobación de la nueva normativa coincide, además, con un amplio respaldo político a la iniciativa. La Ley de Modernización de la Aviación Supersónica, prevé una coordinación entre agencias federales, como el Departamento de Defensa, el Departamento de Transporte y la NASA, junto con la industria privada, para acelerar el desarrollo, certificación y operación de aeronaves supersónicas silenciosas. La NASA, por su parte, aporta la experiencia acumulada en su programa X-59, centrado en la reducción del estruendo sónico, cuyos datos alimentarán los nuevos estándares federales.
La transformación del espacio aéreo estadounidense derivada de esta medida podría extenderse a otros ámbitos, incluyendo el impulso de aeronaves de despegue y aterrizaje vertical (eVTOL) y sistemas autónomos, en una estrategia orientada a liderar múltiples frentes de la aviación avanzada.
El levantamiento del veto no significa una apertura indiscriminada, sino más bien la entrada a una etapa en la que solo los aviones que demuestren capacidad técnica y respeto medioambiental podrán navegar por encima del sonido sobre tierra. Si la industria y los reguladores logran equilibrar innovación, seguridad, impacto acústico y sostenibilidad, Estados Unidos podría volver a marcar el ritmo en la aviación comercial global y redefinir la experiencia del vuelo para millones de pasajeros
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