Este factor geopolítico concentró el 53,12% de las disrupciones sufridas por los pasajeros de la compañía, muy por delante de cualquier otra causa. Pese a ello, el impacto directo en los mercados más expuestos de Oriente Medio descendió al 39,5%, catorce puntos menos que en junio, señalando un ajuste puntual debido a la adaptación de itinerarios y restricciones de operadores.
Para la industria europea, las cifras confirman una mayor resiliencia frente a las huelgas, que si bien han estado presentes en Portugal, Francia o Italia, apenas representaron el 0,08% de los eventos con impacto real en los viajeros. Este descenso, desde el 10% de 2024 y el 8% de junio de este año, evidencia la capacidad de aerolíneas y autoridades para implementar planes de contingencia y mantener la regularidad de sus operaciones.
El análisis sugiere que la creciente digitalización de los sistemas de control de tráfico, junto con la diversificación de las bases operativas y la cooperación interlineal, han favorecido una reducción tangible del impacto de movimientos laborales en la red aérea europea.
En contraste, los fenómenos meteorológicos apenas tuvieron incidencia en julio (0,11% frente al 2,22% de 2024), lo que introduce una temporada atípica con predominio de factores externos a la industria. Tampoco se registraron catástrofes naturales ni cierres críticos de aeropuertos, dos categorías que en años anteriores habían provocado alteraciones de gran escala.
En términos de gestión sectorial, el informe resalta la necesidad de diferenciar entre “riesgos internos” y “riesgos externos” en la planificación de red de las aerolíneas. Mientras que huelgas, operatividad de compañías o capacidad de aeropuertos parecen contenerse de manera más eficaz, los eventos geopolíticos escapan al control de la industria y se consolidan como el principal catalizador de volatilidad.
Aunque el número de afectados aumenta interanualmente, la reducción frente a junio puede interpretarse como la consecuencia de la adaptación progresiva de las aerolíneas a la coyuntura: rutas reprogramadas, ajustes de capacidad y un uso más intensivo de hubs alternativos permiten amortiguar las disrupciones, aunque a costa de mayor presión sobre la rentabilidad operativa y la gestión de ingresos.
El sector afronta así un escenario donde el gran riesgo no proviene tanto de variables tradicionales como las huelgas, sino de entornos de inestabilidad geopolítica de difícil predicción, que obligan a revisar las estrategias de conectividad y los planes de resiliencia de la red global.
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