La tragedia que segó la vida, prácticamente sobre el centro de la ciudad de Santos, del ex gobernador, ex ministro y candidato presidencial (actualmente con el tercer lugar en las encuestas pre electorales) es una más de las que de manera más que frecuente se producen en la Aviación General, Ejecutiva o aeromédica de Brasil, sea en aeronaves de ala fija o rotatoria.
En este caso, y por las dimensiones del reactor, un Cessna Citation Excel/XLS+, de 2010 y con menos de 500 horas de vuelo, se contaba con caja negra. Hallada ésta, junto a los registros de conversaciones del piloto con los controladores aéreos y el testimonio de los vecinos de la populosa zona céntrica donde cayó el jet (que insisten en afirmar que antes del impacto tomó fuego) permitirá a los analistas aeronáuticos llegar a alguna conclusión, no obstante la creciente profusión de accidentes e incidentes en los cielos brasileños comienza a ser preocupante.
La misma se ha incrementado desde que el antiguo Departamento de Aviación Civil (DAC) fue suplantado -en 2006- por la Administración Nacional de Aviación Civil, un organismo manejado por cuota político-partidaria.
El porcentaje de accidentes del sector supera inclusive al de la aviación agrícola, un rubro que se ha incrementado geométricamente, pese a que esta actividad es potencial y teóricamente más peligrosa, más allá del incremento de la variabilidad climática y el aumento de una flota diversa, que va desde aeronaves a pistón monomotoras hasta sofisticados jets ejecutvos.
Apenas la Aviación Comercial parece huir de estas estadísticas, por el momento, aunque distintos voceros del sector manifiestan una constante y justificada alarma a este respecto en un país que hasta hace 8 o 9 años había logrado una imagen de gran respetabilidad en todas sus estadísticas de seguridad.
En el accidente que abatió a Campos, aún en la emergencia, la pericia del piloto evitó que la aeronave cayera sobre edificios , impactando sobre un terreno contiguo. (Javier Bonilla)