Transporte aéreo y medio ambiente

Un A350-900 en un vuelo de largo alcance tiene un consumo de 2 kg. de combustible por pasajero cada 100 km. volando a 900 km/h., sin contabilizar la carga de pago que lleva en las bodegas, lo que hace que sea extremadamente eficiente e imbatible en este campo y, consecuentemente, en el de las emisiones de CO2, muchísimo menos que un vehículo particular, que, además, se desplaza a la décima parte de su velocidad. La industria aeronáutica lleva haciendo esfuerzos medioambientales desde mucho antes que hubiera una grave preocupación de lo que estamos haciendo con este mundo, pese a lo cual está demonizado por una parte de la opinión pública.

Los viajes en avión apenas suponen entre el 2 y el 5 por ciento de las emisiones de CO2, mientras que otros sectores, como la entrega de las compras a través de las redes sociales, suponen una aportación muy superior de gases de efecto invernadero. Eso no quiere decir que no haya que seguir haciendo esfuerzos para que sea todavía mucho más amigable con nuestro entorno, algo que está en marcha. Es por ello que el sector rechaza nuevos impuestos a la aviación, reafirmándose en la necesidad de buscar soluciones realistas, eficaces y eficientes.

Hay un movimiento social que alienta el rechazo a volar, atribuyendo a este negocio una cuota de responsabilidad desproporcionada en el impacto sobre el cambio climático, del que es suicida negar su realidad y la necesidad de dar una respuesta contundente. Esto supone una doble amenaza para el turismo, una real, que afecta de manera directa a esa actividad; y otra la generada por un movimiento social alimentado ideológicamente, mientras la industria produce aviones con materiales más ligeros, diseños más aerodinámicos y motores más eficientes.

La conciencia de combatir el cambio climático ha llevado a KLM a recomendar a los viajeros con desplazamientos inferiores a 600 km. que utilicen el tren. Es preocupante que tanto gobiernos, como organizaciones internacionales, que deben afrontar con racionalidad los problemas que tiene planteados la humanidad, parecen participar en el clima emocional, proponiendo medidas que no contribuirán a solucionar los retos reales, hasta el punto que la Comisión Europea propone solucionar la vergüenza a volar mediante medidas impositivas que reducirían el aporte al producto interior bruto de la aviación comercial en un 11 por ciento.

España recibe el 82 por ciento de su turismo por vía aérea, que es vital en las islas. La Comisión Europea conseguiría resultados más positivos aplicando el Cielo Único, que lleva 18 años de retraso. La lucha contra el cambio climático va a suponer la inversión de gigantescos recursos económicos. Es exigible que este esfuerzo, al que todos vamos a contribuir, esté regido por los principios de eficacia y eficiencia, aplicándose a aquellas actividades en las que el efecto sea más grande y medible, para que la inversión se justifique. La movilidad es un derecho humano que ha costado mucho conseguir y todavía encuentra grandes obstáculos. Las limitaciones al mismo supondrían un grave retroceso en el nivel del bienestar social.

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