No había hecho hasta ahora un vuelo intercontinental con Alitalia y era mala mi experiencia en sus enlaces de medias distancias

No había hecho hasta ahora un vuelo intercontinental con Alitalia y era mala mi experiencia en sus enlaces de medias distancias, en sus deplorables servicios en tierra y en las salas VIP, pero acepté una magnífica oferta en su clase ejecutiva, a sabiendas que lo que más me importaba, el asiento, era prácticamente el mismo de Iberia. Pero estaba mal predispuesto para el resto, aunque estaba compensado por el precio del billete. A la ida había una hora y cuarenta minutos de conexión y en el regreso sólo una hora, pero como aterrizaba en Roma muy temprano, tenía margen para cambiar al siguiente si perdía el enlace. Antes de volar casi todo fue funesto, mucho peor de la pésima imagen que poseía de esa aerolínea. No me dejó su “web” facturar en Internet –luego descubrí que era factible más abajo, en un lugar para seleccionar determinados aeropuertos, entre los que está el de la capital de España, que lo vuelca a otra extraña “web”- y como mi intención era presentarme en Barajas en el último momento, pues tenía un almuerzo, antes de éste me acerqué a la T2. Pero sólo pude comprobar que sus mostradores estaban cerrados, no había máquinas de autofacturación y su agente de “handling” no tiene en su mostrador de atención los medios para emitir la tarjeta de embarque. Tuve que acudir 15 minutos antes de lo pensado para volar y también descubrí que su sistema no reconocía mi tarjeta de viajero frecuente de “Flying Blue” Había empezado muy mal mi experiencia. De Madrid despegamos con 30 minutos de retraso por meteorología en un A320 con paneles de separación revestidos en madera, que crean una agradable calidez, si bien recuperamos bastante con respecto al horario programado. El servicio fue bastante bueno en la clase ejecutiva. Pese a que la puerta de llegada estaba muy distante de la correspondiente a la salida, con desplazamiento en tren interno de Roma/Fiumicino, el tiempo no fue un problema e incluso pude visitar la sala VIP de la zona de vuelos intercontinentales, mucho mejor y más preparada y dotada que las de las otras terminales. El control de pasaportes lo realicé a través de un puesto automatizado, sin esperas y rapidísimo. El tramo intercontinental lo operaba un Boeing 777-200ER con el mismo asiento que los A340/A330 de Iberia, pero el fuselaje es más ancho, por lo que los pasillos son bastante más amplios. Los sistemas de entretenimiento y de mando eléctrico de la butaca eran de una generación mucho más anticuada, arcaica diría, y la pantalla no tenía mucha definición, pero cumplían su función. Contra lo que suponía, pensando en que la endémica dificultad de la aerolínea para adaptarse al futuro y que lacra su rentabilidad, la primera sorpresa fue la amabilidad, preparación, sim­pa­tía y profesionalidad de la tripulación, de las mejores que me he encontrado. La segunda, aunque no es lo que más me importa, el “catering”, abundante, muy bien elaborado, con una buena variedad para elegir. Realmente era muy bueno. Y la tercera, el trato a bordo, con un estilo espectacular, hasta el punto que no sacan al pasillo carritos, sino que montan el servicio de comida en la mesa del pasajero, como en las antiguas primeras clases, y lo llevan individualmente desde el “galley”, dedicando incluso tiempo a aconsejar, ayudar y conversar con los pasajeros y con una gran capacidad de adaptación a nuestras necesidades. Fue realmente inesperado. El retorno, sin ser para tanto, fue también muy bueno, con lo cual entiendo que es su estándar en las líneas intercontinentales y, además, en este caso el sistema de entretenimiento y de mando de butacas mucho más moderno, si bien no tanto como el de Iberia. Aunque despegamos con 45 minutos de retraso, en vuelo recuperamos mucho, hasta el punto de aterrizar con 15 minutos de adelanto con respecto al horario previsto. En el desembarque había personal para facilitar los tránsitos, que no utilicé porque consideré que tenía tiempo para hacerlo yo solo, utilizando de nuevo el eficiente sistema de control de pasaportes automatizado. En los dos casos comí pasta de entrada, producto maldito a bordo normalmente en  todas las aerolíneas y, en este caso, deliciosa. La terminal para el vuelo a Madrid carecía de sala VIP y en este caso el A320 era incómodo, no tenía los paneles revestidos en madera, ni armarios para las chaquetas, ni el “catering”, ni la tripulación fueron ninguna maravilla, es decir, más acorde que con mis ideas preconcebidas, pero el conjunto fue muy bueno… y barato. Iberia Express sigue ofreciendo un producto que si lo suprimen no lo echaré de menos, a diferencia del de su matriz, que es magnífico. El problema es que los sistemas de ambas se llevan mal, lo cual es incomprensible. Si compra el billete en la “web” de la de bajos costes, será imposible que pueda ver, ni mucho menos gestionar, su reserva a través de las aplicaciones de su dueña. Y la facturación anticipada es de terror. De Palma a Madrid en Business, mi número de control era el 503, que o se trataba de un descomunal error, o había una sobreventa de 323 plazas, o era en A380. No reconocía que podía acceder al “fast track” de seguridad, ni a la sala VIP, ni constaba que iba en Business ni que era titular “Infinita” de Iberia Plus. El asiento, en lugar del 1D, era el 001D. JAVIER TAIBO

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