El jefe de escala en la Ciudad Condal de Singapore Airlines...

El jefe de escala en la Ciudad Condal de Singapore Airlines vino a presentarse cuando esperaba en la cola de embarque y me acompañó hasta el avión. Mediaba un incidente que tuve con el departamento de reservas de esa compañía en Barcelona y que parece que se propagó de forma increíble. El vuelo, como siempre, una maravilla en su primera clase, de lo mejor (o quizás lo mejor) en el mundo del transporte aéreo. Nunca he visto unas tripulaciones mejor preparadas y que les guste tanto cuidar y atender a sus clientes. En el retorno, de cara al desayuno, en la última fase del vuelo, el jefe de cabina me pidió permiso para que lo sirviera una tripulante de cabina de pasajeros que estaba en entrenamiento, todo el rato bajo la atenta mirada e incluso con acciones de corrección de él y de la que estuvo a mi servicio durante el vuelo. Una vez terminado, la guapa alumna con una genuflexión me pidió disculpas por los fallos que hubiera cometido. Cuando abrieron la puerta del avión en la Ciudad Condal estaba el jefe de escala para saludarme y acompañarme hasta la terminal. ¿Se puede pedir algo más? Sólo he vomitado en una ocasión en mis cerca de 12.000 horas de vuelo como pasajero y fue la tercera vez que me subí a un avión, me figuro que por la falta de costumbre en ese ambiente. Ahora estuve a punto y por motivos sensiblemente diferentes, yendo de Buenos Aires/Aeroparque a Santiago de Chile en Lan. Aposentado, para no variar demasiado, en una butaca de pasillo de la primera fila, asiento libre por medio, afortunadamente, como es propio en las clases ejecutivas de los aviones de fuselaje estrecho, en la de ventanilla había un especimen humano de generosas carnes que se pasó todo el tiempo, todavía en tierra, introduciendo un dedo en las fosas nasales para extraer su nausea­bundo contenido y limpiarse los dátiles en la tapicería de la plaza central. Mi petición a la tripulación, a la que no me ruboricé de explicar el motivo, de cambiar de lugar, aunque fuera a turista, no se pudo satisfacer por estar el avión lleno. Por lo menos conseguí que le exigieran que recogiera sus productos esparcidos incluso por mi espacio vital. La OACI (Organización de la Aviación Civil Internacional) podría proponer a los países miembros que prohíban viajar en ejecutiva (o, mejor, en cualquier clase) al estándar chino medio, bebés y niños maleducados, pasajeros con pantalones cortos, bermudas y descalzos y asquerosos. Entre la capital chilena y Lima en otro A320 de esa aerolínea y yo situado en el mismo sitio, en el puesto del cerdo (lamento insultar a esos simpáticos animales) iba una señora de unos setenta años. La sobrecargo me pregunto si íbamos juntos y me temo que no pensaba que fuera mi madre, con lo cual o era idiota o tengo que empezar a preocuparme por la imagen que genero. En los dos siguientes saltos con la misma compañía (aérea) y familia de aviones, disfruté del práctico sistema de entretenimiento por “wi-fi” para ver un montón de películas en el propio teléfono móvil, tableta u ordenador personal, con una calidad muy buena. Se pueden utilizar los auriculares habituales a bordo, aunque el sonido no se percibe muy alto. Hice mi último vuelo con Aerolíneas Argentinas presidida por el impresentable “kirchnerista” Recalde, en esta ocasión entre Montevideo y la capital de su país. Al no dar, pese a ir en su clase ejecutiva, acceso a la sala VIP del aeropuerto de Carrasco, traté de utilizar la tarjeta “Priority Pass”, que lo abre en la mayoría de esas instalaciones en todo el mundo, incluyendo ésta… pero sólo a determinadas franjas horarias a lo largo del día. Me pareció impresentable. Entre Madrid y Toulouse sufrí, aunque con respeto y agrado, la reimplantación de los controles de inmigración en los vuelos entre España y Francia a la llegada y a la salida, pero me sorprendió que, cuatro días más tarde, yendo a París, no se efectuaran. No es que los hubieran levantado, pues otras cuatro jornadas más tarde, regresando a la ciudad gala sureña, volví a pasarlos. No entiendo muy bien porqué en un aeropuerto si y en el otro no. Debe ser para despistar a los terroristas. Regresando de la ciudad del Sena, en la salida de emergencia llevaba al lado a un cubano y él a su vez a una relativamente preciosa francesita, que apenas hablaba español, pero que no se cortaba un pelo para intentar ligarse al caribeño. Le propuso como pudo de todo y el reaccionó como un perfecto retrasado mental y, cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, la muchachita se había quedado dormida, me figuro que por aburrimiento. Muy buena la iniciativa de AENA de poner en Barajas puestos para envolver con papel de regalo navideño las compras de los pasajeros en el aeropuerto. Yo adquirí dos cosas y me pareció una deliciosa idea utilizar ese servicio, que, por supuesto, no existía en la zona donde yo estaba. Enero 2016 JAVIER TAIBO

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