Octubre 2014

Después de sufrir un severo control de aduana llegando a París/“Charles de Gaulle”, también procedente de Madrid tuve otro de seguridad y de los objetos que portaba en Londres/Heathrow, que igualmente fue pesado en el retorno a España. Eso sí, allí parece tener más que ver con las amenazas terroristas islámicas y los vuelos procedentes de la antigua Al Andalus. De cara a los simpáticos integristas interpretadores radicales y erráticos del Corán, yo cambiaría, por si las moscas, el nombre a la agradable Comunidad Autónoma del Sur de España a Bética, Flamenquia o Saleria. Aquello que África empieza en los Pirineos otra vez deja de ser una ironía.

La Club Business de Air Europa entre Madrid y Palma: una TCP de uniforme desperdigada en mi asiento, poniendo cara de ajo porque hiciera que la evacuaran del lugar; en otro, una encantadora niña pequeña al lado, que me dijo que su papá era el que conducía el avión y la última parte del vuelo, incluyendo la aproximación y aterrizaje, se situó por obra y gracia de su progenitor en un lugar absolutamente prohibido: la cabina de pilotaje.

Creo que en este país deberían de empezar a quitar licencias para que la gente reaccionara. Sólo se aprende cuando hay accidentes. Hay que ser justos. También volé en otra ocasión con una sobrecargo que se acordaba de cómo me gustaban los cafés, sin decirle yo absolutamente nada. En uno más, de París a Madrid una joven azafata reubicó de forma muy profesional y educada a dos pasajeros franceses de la salida de emergencia hacia otros asientos, por el hecho de no hablar español ni inglés.

En un Madrid-Palma-Madrid más, a la ida la amable sobrecargo invitó al pasajero de al lado (que se mostró sorprendido) a un café, mientras que a mí, modesto platino de su programa de viajeros frecuentes FlyingBlue, me lo hizo pagar. Para amenizar más la situación, el aparcamiento del 737-800 fue delante del hangar de mantenimiento de Globalia, cerca de la catedral de la ciudad. El retorno fue mucho peor. Como es normal, obtuve la tarjeta de embarque a través de Internet en mi casa y llegué al aeropuerto como hora y media antes de la salida, pasé el control de seguridad y me dirigí a una pantalla informativa para ver qué puerta correspondía, encontrándome con la sorpresa que mi vuelo estaba cancelado.

Intenté que la Juanita Wayne de la empresa privada de seguridad me dejara pasar de vuelta, ya que el control está cerca de los mostradores de facturación de Air Europa (no me consta que haya ninguno de atención al pasajero en la llamada “zona aire”) y de malos modos me dijo que fuera por donde salen los pasajeros, que es como dar la vuelta a la isla. Como no había otro remedio, así lo hice. La solución consistió en que viajara en el siguiente, que era un gran Airbus A330-200 y en el que no me cabe la menor duda que decidieron acoplar los pasajeros de un 737-800 y un E195 por motivo de rentabilidad, que despegó, además, como con media hora de retraso y ponía en peligro mi cena en casa de unos amigos.

Para más agravio, en el vuelo programado tenía un amplio espacio de salida de emergencia y en éste no, permitiéndome descubrir que el tamaño de mis piernas es incompatible con la distancia entre butacas y su forma en vuelos intercontinentales. Ahí no me verán nunca. En la llegada nos estacionaron en la Terminal 1 de Barajas, trasladándonos en autobuses a la T2, un motivo adicional para no estar muy encantado con el servicio de estos chiquillos y tirarme por los suelos de la risa de su presunto “hub” de conexiones en el aeropuerto madrileño. Dan ganas de salir o ir corriendo.
Intenté comprar, pues me acomodaba el horario, un vuelo sólo de ida entre Buenos Aires/Ezeiza y Santiago de la aerolínea chilena Sky, encontrándome con la novedad en su página “web” que en los trayectos internacionales únicamente venden billetes de ida y vuelta. Resulta tan arcaico… No sé si fue por esto u otras razones, la semana siguiente murió el presidente y propietario de esta compañía, Jürgen Paulmann, excelente persona y un gran luchador, que consiguió sacar la empresa adelante, pese a todas las dificultades que tuvo en el camino, y que ahora tiene goza fama de mejor calidad de servicio que su competidora, Lan. Pocos días antes falleció en accidente aéreo el que fue su homólogo años antes en Argentina, Gustavo Andrés Deutsch, dueño de la desaparecida LAPA.

Ida y vuelta a Marsella en el día destrozada por Air Nostrum. Al ir, 45 minutos de retraso, provocando que se cancelara una de las reuniones; en el retorno, una hora y cuarto, en ambos caso con cambio de avión al oneroso Bombardier CRJ200, que la compañía española ha retirado casi totalmente del servicio y, de hecho, en ambos casos estaba pintado totalmente de blanco. En el aeropuerto de la ciudad francesa ni siquiera tienen acuerdo con la sala VIP, al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en Toulouse, y, teniendo en cuenta que había llegado a la terminal casi dos horas antes de la hora programada, estuve en varias ocasiones a punto de ladrar.

JAVIER TAIBO
 


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