Julio/Agosto 2013

Iberia tiene el vicio en el “catering” de tratar de hacer platos elaborados imposibles para sus comidas a bordo, arropados con nombres de presuntos famosos “chefs”, cuyos restaurantes terrestres yo nunca he pisado ni pretendo hacerlo, cuando se ahorraría dinero con una cocina más sencilla, aceptable por más paladares. Con el vino ocurre algo similar, hasta el punto que provoqué un ataque de hilaridad a una tripulante de cabina de pasajeros cuando le pregunté si la selección la hacía el personal de “handling”. En el fondo, no obstante, lo que queremos los pasajeros es un asiento confortable y en eso Iberia tiene poco que envidiar a sus competidoras europeas, más bien al contrario.

Los tripulantes de Air Europa que son residentes en Baleares viajan en esta compañía en Business con billete de pago que no pagan, con derecho a descuento de residentes. ¿Tiene alguien alguna explicación diferente a la que me imagino y que, me figuro que se imagina todo el mundo? Si es así ¿lo va a parar alguien o van a tener que actuar como con Islas Airways y su fraude con el descuento de residentes que está en los tribunales o, insisto, hay alguna buena explicación, que no sea la generosidad de la aerolínea con los empleados? Es curioso sentirse la excepción como viajero de pago en esa clase ejecutiva.
Fui de París a Toulouse en Air France, en su clase única, con asientos no abatibles y un medio reposabrazos. Palabrita de honor que prefiero viajar con Easyjet. El poseer la categoría de Platino en su programa de viajeros frecuentes no representa siquiera prioridad en el embarque. Eso sí, obsequian con una bebida caliente y bollería local. La terminal del sureño aeropuerto ha crecido espectacularmente, hasta el punto que ya es de tamaño considerable. En la ampliación no han pensado que los pasajeros llevan equipaje de mano contundente y obligan a tener que subir y bajar escaleras, sin útiles rampas para las ruedecitas de los “trolleys”.
Claro que no cobran por los carritos, como en AENA. A Avip, la empresa que gestiona el mal llamado “parking VIP” de Barajas, le dejé el coche al irme América con el encargo de lavarlo. Cuando regresé pagué unos 32 euros por ese servicio especial y cuando me subí el limpiaparabrisas estaba casi tan sucio como cuando lo entregué. Como tenía prisa, llamé a su central telefónica para protestar. Me dijeron que el lunes contactarían conmigo y todavía espero que lo hagan.
Esto se añade a que cuando se necesita un carrito de equipajes hay que entrar en el aparcamiento normal para alquilar uno y que los empleados esperan apoltronados a que uno les entregue las llaves y las recoja. Ha pasado a ser más práctico el estacionamiento normal y apoyaría que Iberia negociara un acuerdo de tarifas para que dejen sus vehículos ahí sus mejores clientes. La aerolínea ahorraría dinero, nosotros no perderíamos calidad de servicio y Avip podría repercutir su mala gestión de cara a los clientes, que nos consideran como cautivos gracias a Iberia, en la cuenta de resultados.
He probado configuraciones de los “E-jet” de Embraer en Iberoamérica fabulosamente cómodas y atractivas para los pasajeros, especialmente los de clase ejecutiva, pero siempre que me subo en los de Air Europa me siento incómodo, pensando que era propio de las rutas de este modelo en todo el Viejo Continente. No: volé en uno de KLM y años luz con respecto a la compañía española. El asiento era confiable, la distancia entre ellos muy aceptable y los aseos prácticos. Pensaba que el problema era el avión, pero es magnífico. El fallo es de Air Europa y la configuración que instaló en estos aparatos.
De Amsterdam a Madrid fui en un 737 de la holandesa en su clase ejecutiva. La sala VIP del aeropuerto de Schiphol está siempre abarrotada, pero es de las mejor dotadas que conozco. El embarque prioritario es práctico. A bordo me asusté, porque la sobrecargo parecía mi difunta abuelita. Cambié de opinión, ya que en realidad era una profesional de categoría, capaz de hacer sentir muy bien a sus pasajeros. No tuve que decir que estaba agotado, pues se dio cuenta y me trató con un esmero que pocas veces vi. Realmente las apariencias engañan.
Cada vez tomo decisiones sobre los viajes más tarde. En esta ocasión decidí 17 horas antes de despegar ir a Lima, sin ninguna prevención. El retorno fue a los tres días, después de cambiar de opinión varias veces sobre cómo hacerlo y cancelar una ida a Santiago de Chile por la incompetencia de su página “web”, que no me dejó finalizar la transacción de compra; y de sus agentes telefónicos, que después de hacerme perder media hora al teléfono pretendían que pagara el doble de lo que rezaba su “web”. Esta compañía morirá de éxito, ya que se creen tan buenos y tan grandes que no se dan cuenta de los problemas que tienen en la base. Empiezan a tener pasajeros muy enfadados. En el retorno disfruté de una de las mejores tripulaciones que he visto en Iberia, que compensó las dificultades que tenía el sistema de video individual con trato personal.

JAVIER TAIBO
 

 


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