Marzo 2012

El mes pasado comencé a relatar mi viaje a Tailandia con Emirates. Sigo ahora con el que fue el mejor vuelo de mi vida, el segmento Dubai-Bangkok y retorno. Primero me tengo que detener en el impresionante aeropuerto de Oriente Medio donde hice el tránsito desde Madrid, plagado de gente y tiendas y con buenas facilidades para los pasajeros de primera clase en los controles de seguridad. Emirates posee una sala de First Class que viene a tener unas diez veces el tamaño de la de Business de Iberia en la terminal T4S de Barajas, con varias zonas de “buffets”, en donde el personal no quiere ni que te levantes, sino que lleva lo que se desee a donde el cliente esté; por lo menos un par de restaurantes buenísimos, donde probé el mejor “sushi” de mi vida; duchas; “spa”; zonas de descanso y de trabajo, fuentes, rincones para sentarse o tumbarse…

Repito, era sólo de primera, porque la clase ejecutiva gozaba de otra en exclusiva, de la que no puedo imaginar la dimensión. Las tres horas y media de escala pasaron con una rapidez de agradable vértigo. Está situada en la parte superior de la terminal, donde hay habilitadas puertas de embarque de First, desde donde se desciende por ascensor a la zona de embarque de las “suites” del A380, que ocupan la parte anterior de la cabina superior. Fue el no va más. La parte delantera del excelente habitáculo tiene un aparador fijo que contiene un tocador con cremas y potingues, cajón con bolígrafo, papel de carta y sobres, lámpara de sobremesa y la gigantesca pantalla que ya disfruté en el 777-300ER del Madrid-Dubai.
El sistema de entretenimiento es el mismo y desde una especie de “tableta” inalámbrica no sólo se controlaba el movimiento de la enorme butaca convertible en cama, sino de las puertas eléctricas de la “suite”, la indicación de no molestar y decenas de cosas más. Dos enormes aseos, como los de un apartamento, tenían cabina con ducha, en donde se permite a los clientes utilizar cinco minutos de agua, que es mucho, con un horario de reservas formuladas al principio del vuelo, con todo tipo de productos (gel, jabón, cremas, aceites, etc.) y magníficas toallas, incluyendo de suelo. Si bien había volado en el A380, era la primera vez que me duchaba (en un avión).
La coctelería, bar, comidas y desayunos presumían de muchos tenedores. Detrás de las “suites” está la ejecutiva, que me pareció también impresionante, y al final de la cabina hay un bar con barra central y sofás, para esparcimiento de los pasajeros de ambas clases… Pero no dan ganas de salir de la “suite”, en la que he dormido como un bebé. El colofón del mejor vuelo de mi vida es que dan acceso a un control de pasaportes especial para sus clientes de primera clase a la llegada, sin colas.
El retorno fue exactamente igual, con la diferencia que el 777-300ER que cubría la ruta Dubai-Madrid estaba configurado en Primera también con “suites” idénticas a las de los A380, a diferencia de la ida, con lo cual no puedo pedir más. Hasta ahora yo no sabía volar. Con mi ida y vuelta a Tailandia he alcanzado el nivel “Silver” del programa de viajeros frecuentes “Skywards” de Emirates, que lamentablemente no tiene correspondencia con ninguna de las alianzas globales ni aerolíneas que utilizo usualmente, pero ya llegará. Pasó a ser mi aerolínea favorita.
El mes pasado me referí a la gloria perdida de las compañías del Sudeste asiático, sustituida por las resplandecientes de los emiratos y lugares afines. De Bangkok me desplacé a Phuket y lo más idóneo me pareció Thai Airways, con la que había volado entre Madrid y la capital tailandesa, con escala en Roma, hace unos veinte años. Era el estereotipo de la excelencia en aquellos tiempos. Me acuerdo de la excelente clase ejecutiva, las guapísimas y encantadoras azafatas… Pues bien, las butacas poco han mejorado y los tripulantes de cabina parecían los mismos. Busqué un enlace en 747-400, que se comercializaba con Business y Económica. Sabiendo que ese avión tiene primera, deduje acertadamente que esa cabina se vendía como ejecutiva y reservé los asientos en ella.
Efectivamente, la cabina de primera tenía unos asientos cama que hace 20 años causaban furor y ahora pena, un “catering” frugal, pero mucho mejor que en un vuelo doméstico de una hora en Europa y las salas VIP de ambos lugares provocaban vacunarse del tétanos para entrar, con la tapicería de las butacas raída, aunque los productos alimenticios son mejores que las del Viejo Continente. En cualquier caso, si lo comparamos con un Air Europa entre Madrid y Palma, muchísimo mejor, pero no es ni la sombra de lo que fue y da “repelús” pensar en un intercontinental en ese 747… Si la primera así es, la ejecutiva no da la talla ni harto de güisqui.
Hilarante la voz en Ryanair dentro de las instrucciones de seguridad en la cabina de pasajeros antes de despegar: “En el caso improbable de un aterrizaje sobre el agua…”. Hubiera jurado que era imposible, pero con estos zarrapastrosos todo es factible. Alucinante es que en sus vuelos domésticos en España los carteles de seguridad estén sólo en ingles, cuando las delegaciones de Seguridad de Vuelo de la Dirección General de Aviación Burocrática y Subjetiva (sinónimo de Civil) se dedicaron durante años a fastidiar a las aerolíneas nacionales, e incluso a paralizar vuelos, si no estaban todos también en español. 
JAVIER TAIBO


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