Mi página, julio-agosto 2011

En un vuelo de Air Europa de París a Madrid se produjo un desbarajuste en el embarque, que generó un considerable retraso. Se sentó sólo una pasajera en su “Extra Crew Class” y a partir de ahí hubo entradas y salidas de personal de “handling”, con idas y venidas de los tripulantes de cabina de pasajeros para hablar con ciertos pasajeros, incluyendo la susodicha, pidiendo tarjetas de embarque, documentos y no sé qué cuernos. Al cabo de un rato trasladaron a esa señora a turista, moviendo a un señor con sus enseres a la “Business”, antes mencionada con un nombre más realista.

Después, a este le devolvieron a económica en una operación incomprensible. Protesté y exigí saber qué ocurría, y una TCP me contestó insolente que era culpa del aeropuerto, que había embarcado un pasajero que no era y faltaba otro. Mi respuesta sobre su estúpida derivación de responsabilidades provocó que viniera el sobrecargo a decirme lo mismo, pero asignando la culpa a la empresa de “handling”… que Air Europa tiene contratada … Al cabo de mucho tiempo, y sin saber qué había pasado, rodábamos hacia la cabecera de pista.

 

La compañía mallorquina batió el record conmigo en un vuelo de Palma a París, en el que aspiraba a llegar el día anterior a la inauguración del salón aeroespacial de Le Bourget y cenar con un amigo de otro continente. Llevé a la capital balear el equipaje para pasar allí el fin de semana y me presenté en su mostrador de facturación para que emitieran la tarjeta de embarque que indicara (en Internet no se puede) que tengo derecho a pasar por el control de seguridad que utilizan los vuelos regionales, los clientes de clases ejecutivas y los titulares de algunas tarjetas de viajeros frecuentes, además de permitir el acceso a la sala VIP de AENA.

En la sala VIP, me dirigí al mostrador de recepción para preguntar qué ocurría, ya que mi vuelo no aparecía en las pantallas informativas como embarcando. La señorita me dijo que estaba preocupada, pues en la puerta no respondía nadie y que era mejor que me acercara. Así lo hice y cuando llegué seguía sin indicar que estaba embarcando, pero no había ni pasajeros, ni empleados. Volví rápidamente, encontrándome a la buena mujer hablando con alguien de Air Europa con voz de desesperación, alcanzando a oír que cómo decía que el pasajero estaba a bordo si lo tenía delante de ella… Sin comentarios.

Tomé la precaución de hacer una foto con una máquina digital, que tiene funcionalidades de teléfono, de la pantalla, en la que seguía sin indicar que el vuelo estuviera embarcando, ni mucho menos que hubiera partido. La única solución que me dieron es que saliera fuera de la zona de control de seguridad para ir a la oficina de ventas, en la que expliqué a la agente la situación y comenzó a replicarme que la pérdida del vuelo era mi culpa, que las pantallas -incluyendo de la sala VIP donde me enviaron para que esperara- eran responsabilidad de AENA… Mi boca se puso en plan del 5º de Michigan, comenzando por enseñar la foto y hablando muy clarito.

Me cambiaron en lista de espera al último Palma-Madrid (que salió con una hora y media de retraso), para proseguir al día siguiente a París, perdiendo mi cena y el primer día de salón. De nuevo en sala VIP, me encontré con el presidente de Globalia, dueño de Air Europa, al que le conté  mi peripecia, pero sin precisarle la compañía protagonista, calificándola de todo menos buena. Él me preguntó que por qué no viajé en su vuelo directo a París y, ante su estupor, lo aclaré. A bordo, coincidimos sentados pasillo por medio y echó una educada bronca a una azafata por atribuir el retraso al control del tráfico aéreo, en lugar de la verdad: un problema de tripulación, señalándole en voz baja que nunca se debe mentir a los pasajeros. Me agradó.

Vuelo de Madrid a Palma de Spanair: cuatro horas y media de retraso, sala VIP sucia en todas sus mesas, por lo que opté por ir a la de AENA, que tuve que abandonar a las once de la noche, pues cerraban, por lo que quise buscar a algún agente de la aerolínea para pedir la pertinente compensación. No encontré a nadie, así que volví a su sala VIP, en la que me dijeron que dieron un bono para cenar a mis colegas de viaje y a mí -desgraciadamente de forma figurada solo- morcilla. Por primera vez en mi vida, rellené una hoja de reclamaciones. Tengo que reconocer que me ofrecieron una compensación económica aceptable y puntos de su programa de clientes frecuentes, pero todavía estoy esperando la transferencia de dinero.

Nueva hazaña de la chilena Lan: compro un Santiago-Montevideo en la “Premium Business” de un Boeing 767-300ER y en el último momento cambian a un Airbus A320 con clase única y “free seating”, forma fina de decir que si se quiere sentar en un lugar decente, apresúrese a embarcar y cuélese por donde pueda. Después de una sonada protesta, además de la compensación económica ofrecida y aceptada, logré que se presentara en la sala VIP una persona del departamento de atención al cliente y que nos asegurara a las tres personas que viajábamos otras tantas butacas en la primera fila.

JAVIER TAIBO


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