Mi página - Marzo 2010

Sufrí a la agente de “handling” aeroportuario más incompetente de una compañía con la que me he topado: anuncian el embarque de mi vuelo a Munich en las pantallas informativas de Madrid/Barajas y voy jubilosamente al lugar correspondiente. No se ha iniciado el abordaje y le pregunto porqué nos ponen en movimiento gratuitamente. No me dio ninguna explicación y, además, mostró síntomas de desagrado por perturbarla. Al poco, se oye un aviso por el sistema de megafonía de la terminal de cambio de puerta, provocando que la inmensa mayoría de los pasajeros que allí esperaban salieran despavoridos hacia la otra, quedando en ésta posición sólo unos veinte, la mayoría disciplinados alemanes que no se percataron de la voz en inglés y español, según entiendo yo.

 

La susodicha o es sorda, o autista, o tonta, porque no se dio por enterada y se lo tuve que repetir. Reacciona con nerviosismo y antipatía y da una voz local en castellano insistiendo que se embarcaría desde donde estábamos. Le indico que es inútil su anuncio, ya que los clientes se han ido lejos y que, como no se vuelva a ofrecer otra por la megafonía general, es difícil que se enteren. Ni maldito caso: se pone a llamar como novia (fea y madura) a no sé quién por teléfono, intentando convencer a la humanidad que ella, erre que erre, lo hacía muy bien.

Progresamos un poco más todavía. En la pantalla informativa de la puerta aparece al rato el cambio anunciado por altavoces, ante el estupor de los germanos. La cretina tampoco se entera y se lo tengo que señalar, nuevamente yo. Se pone un poco más histérica y grita a los allí presentes insistiendo en que su actuación era la correcta y vuelve a comunicarse por teléfono en términos similares a los de antes y, por fin, decide empezar el embarque, sin mirar a sus espaldas, en donde no había ningún avión en la pasarela telescópica, ni jardinera para llevarnos a algún punto remoto. En un alarde de paciencia le pregunto si el avión está en ese estacionamiento o lejos y afirma que está en el “finger”.

Ahí me desparramo y le intento hacer ver que no hay ninguna aeronave allí aparcada, a lo que la estúpida me insta a que le deje hacer su trabajo, por lo que le llamo incompetente y ella a mi grosero, mientras sigue embarcando a sus extrañados pasajeros, que después de llegar hasta el extremo del “finger” y comprobar que allí no hay nada y los accesos están herméticamente cerrados, regresan con cara de alucine y, seguramente, pensando que los españoles estamos locos y somos unos inútiles. Le digo a la majadera que mire lo que está ocurriendo y le llamo de todo, mientras ella me dice que no me va a dejar embarcar (no se sabe muy bien en qué, visto lo visto), mientras le exijo que me enseñe su tarjeta de identificación.

Vuelve a hacer sus menopáusicas llamadas para, al final, decirnos que nos dirijamos a la puerta que se había anunciado por megafonía y pantalla al principio. Lo hago y cuando llego me encuentro que está bajando el pasaje, porque habíamos perdido el “slot” (franja horaria de operación) por retraso en el embarque y la torre nos da una demora. Protesté al día siguiente a su compañía aérea y espero que le hayan puesto a cultivar crisantemos negros. Acudí con retraso a mi cena y con instintos asesinos no satisfechos.

Volé por segunda vez con Ryanair y juro que no quiero volverlo a hacer. Me parecen unos timadores de guante barato, que se aprovechan de la ignorancia de la gente. No me considero inexperto en compras de billetes de avión por Internet, pues, de hecho, lo hago con frecuencia. Tardé como veinte minutos para formalizar la transacción, ya que un billete de unos 15 euros se me convertía cuando iba a pagar en 40, 50 ó 60, pues me encontraba que querían que asumiera un seguro que no me interesaba y que llevara una maleta, pagando, por supuesto.

El tema es que para inhibir la adquisición del seguro hay que buscar en un cuadrito de las nacionalidades, en el que, poco más o menos, aparece un apartado para pulsar que no se desea hacerlo entre Mongolia y Bolivia. Por defecto, quieren cobrarnos siempre equipaje para facturar y también ahí hay que ser sagaz para encontrar como decir que no. Yo me figuro la cantidad de inexpertos en compras por Internet que picarán y cuando se dan cuenta ya es irreversible. ¿No se puede actuar legalmente contra esas prácticas?

Otra es que, según ellos, las tasas en dos aeropuertos españoles de primera categoría son diferentes y como tal las cobran, un engaño absoluto, como el cargo que hacen por pagar con tarjeta de crédito, que seguro que es muy inferior a lo que les repercuten a ellos. Si a esto le añadimos un asiento incómodo, una distancia entre butacas inferior a lo que mi metro y noventa centímetros necesita y que le intentan subastar a bordo casi hasta la dentadura de la azafata, a mi no me importa que se peguen un batacazo económico irreversible, ya que en este país prácticamente no dejan ni un euro. A mi es difícil que me vuelvan a intentar engañar. Prefiero las aerolíneas españolas.

JAVIER TAIBO


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