España bajo control.

Por primera vez en la historia, el Gobierno, a instancias de AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea), tomó drásticas e irrevocables medidas para disolver el bastión que creó la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA), que inteligentemente gestionó todos los aspectos de la contratación, regulación y actividad de sus afiliados, redundando en unas condiciones y remuneraciones absolutamente inaceptables, no ya en el marco actual de crisis, sino incluso para situaciones de bonanza.


El estado era tan aberrante que el Decreto-Ley promovido por el Ministerio de Fomento sobre cómo debe ser el nuevo controlador aéreo fue sancionado con todos los votos a favor de los diputados de las Cortes, con sólo uno en contra, el del disonante Gaspar Llamazares, de Izquierda Unida, y cuatro ridículas abstenciones. De esta forma, la remuneración de esos profesionales se reduce de los 350.000 euros brutos anuales de promedio a 200.000, especialmente por el recorte de 600 a 80 en el número de horas extra anuales que pueden realizar, elevando las ordinarias de 1.200 a 1.750.
Se abre, además, este mercado de trabajo, una exigencia reiterada de Bruselas, a controladores extranjeros y pilotos que acrediten su experiencia y conocimientos como personal técnico aeronáutico, previendo la entrada en plantilla de 350 personas formadas por Senasa. Para todo ello se otorgaron amplios poderes a AENA para organizar su trabajo, que había chocado con la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la renovación del convenio colectivo, previendo una huelga más de celo de unos trabajadores que, no habiendo convocado nunca una legal, son capaces de paralizar el país y presumían de su poder para derribar gobiernos.
Se ha decidido liberalizar el servicio de control de las torres (no en los centros de control y de ruta) y se suspendió el convenio durante tres años, tras dos meses de elaboración de las medidas pertinentes. Todo ello con el trasfondo de la ilegalidad de los sueldos cobrados y la necesidad de bajar los costes. Como complemento, se reducen del 33 al 25 por ciento los periodos de descanso en turno de día y del 50 al 33 los de noche, se introduce el despido disciplinario preventivo en caso de incumplimientos muy graves y se suspende el derecho a la situación de licencia especial retribuida a los 52 años.
En resumen, se ha resuelto a golpe de decreto un problema que llevaba coleando decenios y que hacía que los propios controladores se jactaran que no se morían nunca, porque no podían pasar a mejor vida. En todo caso, no se degradan, precisamente, a una labor engorrosa y mal pagada. Juan Lema Devesa ha confirmado las expectativas que generó su nombramiento, convirtiéndose, sin duda, en el mejor presidente de AENA y el primero que ha contado con un apoyo político tan contundente, gracias al ministro de Fomento, José Blanco. Nuestra enhorabuena a los dos.


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