Mi página - Enero 2010

Aterricé en la capital argentina con un A320 de Lan que estacionó en una posición remota, algo para suicidarse tras llevar 19 horas desde que salí de mi casa para encaminarme al aeropuerto de Barajas vía Santiago de Chile, por la cancelación de mi vuelo directo a Buenos Aires, y una cosa que parecía un microbús añejo como yo y atiborrado de pasajeros nos llevó a la terminal conocida como de Aerolíneas Argentinas, en donde, a través de cuatro rampas, hay que ascender (sin la opción de escaleras mecánicas o ascensores) a la planta donde se hacen los embarques de los vuelos. Tras pasar el control de pasaportes, se desciende al nivel del suelo nuevamente para recoger el equipaje y pasar la aduana, todo ello en el marco de un edificio envejecido, que no sé si da más pena que asco.

Mientras espera, puede cambiar dinero a un precio mucho más lesivo para sus intereses que en un negocio para estos menesteres del centro de la ciudad, atendido por tres gráciles señoritas con uniforme de asistente de cuarta de un hospital del extrarradio de Ulan Bator, instaladas de pie en el interior de una cabina, como si se protegieran de enfermos contagiosos (prefiero pensar que es por eso y no porque sus jefes teman que las asaltemos por el dinero, no por arrebatos sexuales), haciendo a los clientes preguntas estúpidas a través de un interfono. También es posible hacer alguna compra en una mini tienda de supuestos productos libres de impuestos, más cutre que un pedicuro que se come las uñas de los clientes.

Mis viajes siempre son cambiantes sobre la marcha y en esta ocasión no lo fue menos. Dentro del periplo iba a Montevideo a una cena y al día siguiente me desplazaba de nuevo a Buenos Aires, para continuar a última hora de la tarde a Madrid. Eso lo alteré para almorzar en la jornada siguiente en la capital uruguaya y llegar en la noche a São Paulo, para tener una reunión en la mañana, una comida y proseguir hacia casa. El billete de plena tarifa de clase ejecutiva de American Airlines para ir de Montevideo a Ezeiza fue muy fácil comprarlo a través de su “ueb” y, al día de hoy, seis semanas después de adquirirlo y anularlo, no he conseguido todavía que me devuelvan el dinero. Para pensárselo dos veces antes de volver a hacerlo.

Cuando decidí pasar por la ciudad brasileña tenía todavía intenciones de cenar en la República Oriental, por lo que conseguí también un billete al mediodía siguiente con TAM en clase ejecutiva para llegar a Guarulhos. Se me está atragantando esta compañía. Una vez que modifiqué mi programación para la comida, tenía que salir por la tarde y el único vuelo que había era de Pluna, en código conjunto con la brasileña, pero que operaba con un Bombardier CRJ 900 “NextGen” con sólo una clase.

Tengo que aclarar que el boleto de TAM, por razones que desconozco, fue imposible comprarlo a través de Internet, ya que no admitía hacerlo sólo de ida, por lo que mi gente lo adquirió por teléfono hablando con su oficina de Madrid, a la que también llamaron para que lo cambiaran. No sé si es que soy gafe o que todo el mundo busca cómo ser citado en mi página, pero quiso el destino que su sistema estuviera en reparación, transformación, migración o no sé qué, por lo que no se podía hacer la operación de devolución de la diferencia de importe, sino únicamente el cambio puro de reserva, advirtiendo que cuando me presentara en el aeropuerto de Carrasco harían sin problema el resto de la transacción. Nada más lejos de la realidad.

Cuando llegué al aeropuerto uruguayo, con el equipaje correspondiente a una semana fuera de casa, sólo pretendía ir a almorzar al centro y regresar para seguir el viaje, pero descubrí que no había ningún sitio de consigna de maletas. Me indicaron, no obstante, que podía pedir a la compañía aérea con la que había llegado –Lan– o con la que partía que me lo guardaran. Aunque no me pareció muy católico, atravesé la terminal en busca de los mostradores de facturación de TAM.

Allí expliqué el problema del billete y les pregunté si les podía encomendar mis bultos hasta la tarde: tengo que reconocer que tras una consulta con la jefa de escala, me hicieron el inmenso favor. Lo otro resultó mucho más complicado: después de muchas entradas y salidas en su oficina me dijeron que era complicada la devolución de la diferencia de importe y que no había problema del traslado del billete electrónico a Pluna si aceptaba que no me retornaran nada de dinero.

Como sabía que ésta opera como compañía de bajos costes, cobrando por todo, dije flemáticamente que si no me cobraban por el equipaje y me llevaban en la fila uno, que renunciaba a cobrar. Tras otras cuantas entradas y salidas me respondieron que lo del equipaje estaba arreglado, pero lo del asiento no, porque había que pagar una diferencia por esa posición (alucinante, cuando aceptaba prescindir de mi dinero). Fue el inicio de una tortura, que les contaré el próximo mes, ya que no me dejan más espacio en este año nuevo.

JAVIER TAIBO


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