Mi página - Septiembre 09

Surrealista fue lo que me ocurrió con el grupo chileno LAN, que se me está atragantando. Su buena imagen no se corresponde con la realidad si algo se sale de lo normal, que es cuando pasa a ser un desastre insoportable. Tenía que ir de Lima a Montevideo y, dentro de lo mal que están comunicadas esas ciudades, la compañía chilena-peruana-argentina-ecuatoriana me sugería la presunta mejor opción, pésima en todo caso, pero ambientada en su cada vez más infundada buena imagen de calidad del servicio. Opté por ir con ellos con la fórmula que me ofrecía su página “web”, vía Santiago y Buenos Aires, siendo el tramo entre esta capital y la uruguaya con American Airlines, ambas miembros de la alianza global OneWorld, sumando en total diez horas.

Compré el billete a través de Internet en Premium Business, su nueva clase “top”, partiendo en un vuelo programado para la una de la madrugada. En su mostrador de facturación, descubrí la primera sorpresa, ya que me ofrecieron un vuelo de Lan Perú que iba directo a Buenos Aires casi a la misma hora y que su “web” no había mostrado. En cualquier caso, en Ezeiza tenía que esperar al avión de la compañía estadounidense más de dos horas adicionales o, como funesta alternativa, podía realizar un incomodísimo y lejano tránsito a través del aeroparque metropolitano “Jorge Newbery”.Opté por seguir la ruta original que me habían vendido.

Ya en Santiago, cuando deambulaba por la terminal hacia la sala VIP, leí en una pantalla informativa que había un avión a Montevideo a la misma hora que el de Buenos Aires que me habían vendido. Esto, obviamente, me indignó. Fui como un torbellino al mostrador de atención al cliente de la compañía chilena para que me explicaran por qué sucedía esto y exigir que me cambiaran al enlace directo. La respuesta a lo primero fue tan estúpida como incompetente: como yo buscaba vuelos en Premium Business y en lo que pedí para ir a Uruguay desde la capital chilena la clase noble era la Premium Economy (que en cualquier caso es mejor que cualquier ejecutiva en vuelos europeos), ya que en los A320 no existe la otra, no aparecía esa opción en la “web”.

En Iberia, cuando no hay plazas en Business, te ofrecen en turista. Hice una protesta formal, que me figuro que ha debido tener tanta trascendencia como los discursos de Rodríguez Zapatero ante los empresarios. Y con respecto a que me trasladaran de un vuelo a otro, no era factible por lo cercana de hora que estaba la salida y por tener equipaje facturado. Es para matarles. Por lo menos ese salto lo hice abstraído del mundo, ya que en la cabina noble del Boeing 767-300ER íbamos sólo dos pasajeros, un lujo para mí y, como represalia, afortunadamente una ruina para LAN, que con otros incidentes sucesivos hoy me repele.

El vuelo de American Airlines era muy American Airlines. Unas butacas de clase ejecutiva que son un quiero y no puedo, con el sistema de entretenimiento desmontado, y un servicio abordo escaso ofrecido antes de iniciar el rodaje, para no darlo en los cuarenta minutos que se pierde o se gana de un lugar a otro y nada más.

Entre reunión y reunión en Montevideo decidí como regresar al día siguiente a Buenos Aires a un almuerzo, para continuar a última hora de la tarde hacia Madrid. Sorprendentemente, no había ningún vuelo a Ezeiza, que era lo que me acomodaba para dejar ya allí mi pesada maleta, y a “Jorge Newbery” se ofrecían tres posibilidades: Aerolíneas Argentinas (que hoy por hoy me da una arcada y a la que, de momento, no me subo ni borracho);la uruguaya Pluna, en la que he volado unas cuantas veces y que deben dinero hasta a nosotros; y la regional argentina Sol, con un biturbohélice Saab 340, que me apeteció probar, adquiriendo el billete también a través de su “web”.

En la mañana que tenía que desplazarme me enteré que el vuelo tenía una hora de retraso, porque la aerolínea se molestó en llamarme a mi teléfono móvil español para informar del tema, cuando todavía estaba en el hotel, algo que considero increíble, ya que no estoy acostumbrado a ello. La facturación era peculiar, porque primero deja el pasajero la maleta y luego se dirige al mostrador de ventas para que le emitan (a mano) la tarjeta de embarque. En el aeropuerto Carrasco de Montevideo se pasa al mismo tiempo el control de pasaportes de salida de Uruguay y el de entrada a Argentina, lo cual es una comodidad.

El vuelo en sí fue magnífico, con una tripulante de cabina de pasajeros que era de las mejores profesionales que he visto en mi vida y un servicio adecuado para un enlace tan corto, pero que incluía, si lo alguien lo deseaba al mediodía, güisqui. La aproximación final al aeroparque sobrevolando el puerto de Buenos Aires fue esplendorosa. El regreso a Madrid se inició con una hora de retraso, aunque llegamos sólo treinta minutos después de la hora programada. Pero lo que fue inadmisible es tardar ochenta más esperando el maldito equipaje. He hecho una reclamación formal, sin el más mínimo resultado de compensación. Nos tendremos que ver las caras en otro foro.

Javier Taibo


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